- Tu piel se vuelve grasa pocas horas después de la limpieza, como si no la hubieras lavado.
- Los jabones “de supermercado” prometen controlar la oleosidad, pero dejan la piel tirante, áspera e incómoda.
- La textura sigue irregular, con poros visibles y un aspecto apagado, incluso usando varios productos.
- Los exfoliantes físicos raspan la piel, causan sensibilidad y empeoran aún más el enrojecimiento.
- Gastas en sérums, cremas y mascarillas, pero todo parece “no adherirse” bien a la piel.
- Ya te has sentido insegura al mostrar tu piel limpia, sin maquillaje, por la textura, el brillo excesivo y los poros marcados.
No se trata de falta de disciplina ni de falta de productos. Se trata de estar usando una base equivocada todos los días: una limpieza agresiva, superficial o ineficaz.
Si la limpieza está mal, todo el resto de tu skincare trabaja en tu contra.
¿La buena noticia? Este es el punto más fácil de corregir — con el producto adecuado.



